“II JORNADAS DE HISTORIA Y MEMORIA LOCAL Y REGIONAL. VILLA MARÍA 03 OCTUBRE DE 2014”

INFANCIAS, FOTOGRAFÍAS, MEMORIA Y SABER

Reflexiones acerca del dispositivo fotográfico como posibilidad de conocimiento.

Candelaria Magliano (e-mail: paloma_magliano@hotmail.com)

Universidad Nacional de Villa María

Capítulo de libro: Infancias, fotografías, memoria y saber. Reflexiones acerca del dispositivo fotográfico como posibilidad de conocimiento. Pp. 207-220. Contenido en el libro Segundas jornadas de historia y memoria local y regional. ISBN: 978-987-1537-78-5. Instituto municipal de historia. Villa María. 2017.

“He mirado estas imágenes como imágenes-hechos”

G. Didi-Huberman

I.

Una -o muchas- fotografías son más que un elemento visual puramente icónico. Más

que una que una huella de luz devenida en imagen. Más, incluso, que elementos del mundo codificados técnica, cultural y estéticamente.

Son todo eso y son, también, una práctica social que las produce y las inscribe en un marco social particular. Como bien dice Gisele Freund, cada obra, cada expresión es hija de su tiempo1.

Las fotografías que Lewis W. Hine realizó a principios del siglo XX sobre niños trabajando fueron posible gracias a la con-fluencia de diversos factores: por un lado la historia personal, el interés y las capacidades del fotógrafo, por otro el desarrollo de una técnica que hizo posible el registro y finalmente un contexto determinado, es decir un tiempo y un espacio concretos donde esos hechos se sucedieron.

El comienzo del siglo XX trajo consigo una serie de transformaciones tanto a niveles sociales y políticos como económicos y culturales que repercutieron de muy diversos modos en la organización de la estructura social, las relaciones familiares y laborales, entre otros aspectos.

Muchos de estos cambios pudieron ser registrados gracias al avance de la tecnología y las nuevas herramientas que ésta proporcionó. En sus orígenes la cámara fotográfica era un

1 FREUND, Gisele: La fotografía como documento social. Barcelona, España. Gustavo Gilli, primera edición, 11° tirada, 2004. Al comienzo del libro la autora afirma “Cada momento histórico presencia el nacimiento de unos particulares modos de expresión artística, que corresponden al carácter político, a las maneras de pensar y a los gustos de una época. El gusto no es una manifestación inexplicable de la naturaleza humana , sino que se forma en función de unas condiciones de vida muy definidas que caracterizan la estructura social en cada etapa de su evolución”

instrumento muy pesado e incómodo, las lentes poco luminosas y las emulsiones demasiado lentas obligaban al uso del trípode. Cuando la técnica avanzó lo suficiente como para que la cámara pudiera emanciparse del trípode, la fotografía cobró una inmediatez y una autoridad a veces mayor que cualquier relato verbal. Así surgen la fotografía documental y la instantánea como género; la fotografía como registro de lo real, de lo que está sucediendo nace en el momento en que la cámara se vuelve portátil.

Es en ese contexto que Hine hace sus primeros trabajos como fotógrafo. Frank Manny, Director de la Escuela de Cultura Etica de la Universidad de Nueva York, le encargó fotografiar inmigrantes recién llegados a Ellis Island. El objetivo del proyecto consistía en retratar a estas personas, que a menudo eran tratadas como números2, rescatando su dimensión humana, sus potencialidades y sus deseos de crecer dentro de la sociedad norteamericana. “…Hine comprendió que sus fotografías eran subjetivas y que, por ese mismo motivo, constituían críticas poderosas y rápidamente comprensibles sobre el impacto que un sistema económico tenía sobre la vida de las clases menos privilegiadas”3. Pero es a partir de su trabajo para el Comité Nacional de Trabajo Infantil, que Hine se instituye como pionero de lo que actualmente conocemos como reportero gráfico, combinando fotografía y textos a fines de subrayar un sentido de interpretación.

El Comité fue fundado en 19054, el profesor Félix Adler, fundador de la “Ethical Cultura Society” era el presidente y Owen Lovejoy el secretario general.5 Su objetivo declarado consistía en denunciar que el futuro de más de dos millones de niños se vería cercenado a través de su inclusión temprana al mundo laboral. Se empezaba a tener conciencia de la relación que existe entre trabajo infantil y sus numerosas consecuencias, entre ellas la deficiencia educativa. Desde esta perspectiva la inserción temprana de los

2 Nota de la autora: Durante la ola inmigratoria ingresaron a Estados Unidos sólo entre los años 1903 a 1913 más de diez millones de personas provenientes del sureste de Europa. La recepción de los mismos generó, básicamente, dos tipos de respuestas: Contra la arrogancia de los “viejos habitantes”, los “reformistas”predicaban e intentaban la integración de los recién llegados a través de centros asistenciales. Cfr: GOLDBERG, Vicky: Lewis W. Hine. Children at work. Munich, Alemania. Prestel, 1999. Pág. 11

3 NEWHALL, Beaumont: Historia de la fotografía. Barcelona, España. Gustavo Gili, 2002. Pág. 235

4 Nota de la autora: 1904 o 1905, dependiendo de los autores consultados.

5 STEINORTH, Karl: Lewis Hine, Die Kamera als Zeuge. Fotografien 1905-1937. Zurich, Suiza. Stemmle, 1996.

pequeños en el mundo laboral abortaba las chances de que estos niños pudieran recibir una formación adecuada, indispensable para aspirar a una mejor calidad de vida.

Lewis Hine fue contratado en 1906 en calidad de fotógrafo free-lance y en 1908 como reportero full-time con la intención de testimoniar y documentar fotográficamente la realidad y la vastedad del trabajo infantil en Estados Unidos. El NCLC utilizó todos los recursos posibles de persuasión y fue el primer ente estatal que usó fotografías conscientemente en forma extensa y sistemática para impulsar e influenciar la opinión pública. Durante los años que trabajó para el Comité, Hine tomó más de 5.000 fotografías en fábricas de vidrio, textiles, minas, en campos y quintas, en las calles de diversas ciudades como New York, New Jersey, Connecticut, Rhode Island, Vermont. Es decir: en todos los lugares donde encontrara algún niño trabajando y que por su edad debiera estar jugando o en el colegio.

II.

¿Qué sentido tiene, acá/ahora, mirar estas fotografías que fueron tomadas en un ayer

lejano? Preguntarse eso es interrogarse por el sentido del registro y de la mirada. ¿Para qué tomar fotografías, preservar archivos, velar la memoria? ¿Para qué insistir en mirar fotografías?

Ver es sinónimo de percibir, descubrir y reconocer, entre otras actividades. Sucede que generalmente aplicamos estas capacidades casi sin darnos cuenta y sin ser del todo conscientes de que podemos expandir nuestra capacidad de comprender y elaborar mensajes visuales más complejos.

Por su característica de signo fundamentalmente indicial, las fotografías pueden ser una fuente de conocimiento y reconocimiento muy rica, ahora bien, esa posibilidad requiere de un destinatario receptivo y atento. Porque ver y saber no son lo mismo. Entre uno y otro es necesario pensar nuevas relaciones, indagar otros espacios. Hay que actualizar los puntos de contacto entre la imagen y el conocimiento.

Desde esta perspectiva se considera la acción de ver como un punto de partida, no de llegada. Es desde esta concepción que las fotografías pueden funcionar como discursos y documentos capaces de iluminar nuevos espacios de consciencia.

Sobre este tema el historiador del arte y ensayista francés, G.Didi-Huberman sostiene que con frecuencia “se le pide demasiado o demasiado poco a la imagen”6. Desde este punto de vista pedirle demasiado sería pedirle toda la verdad, que la fotografía o serie fotográfica sea capaz de brindarnos todo el saber sobre un tema o acontecimiento. Si insistimos en esa actitud muy probablemente seremos decepcionados: Las fotografías son fracciones, jirones de una historia. Un vestigio. Por ello, porque son fragmentos, no pueden procurarnos la totalidad. La postura opuesta es esperar de ellas poco o nada. Pretender que como no pueden explicarnos y brindarnos el todo –completo, cerrado y cómodo-, no pueden darnos ya nada; esta posición nos lleva a negarlas y excluirlas del campo histórico por considerárselas inapropiadas/inadecuadas como modo de representación y descripción de su objeto7. Generalmente sufrimos una gran decepción cuando comprobamos que la fotografía es sólo un retazo limitado por su propio material, pero si insistimos en mirar (la) pese a todo, puede cambiar nuestra percepción sobre lo mirado y convertirse en una invitación a prestar atención, a reflexionar, a preguntarnos por las condiciones que hicieron la posible.

Es ahí cuando la fotografía se convierte en una apertura al saber.

¿Es posible, entonces, que un cuerpo de fotografías de más de 100 años nos permitan re-considerar la situación de la infancia y más específicamente las condiciones de trabajo infantil en la actualidad, en Córdoba? Sabemos sobre las condiciones que rodearon a Hine y moldearon ese cuerpo fotográfico…la pregunta que se impone es si es -todavía-posible hacer algo semejante hoy/acá? El desafío es saber más, no solamente acerca de lo que fue sino que

-a partir de la mirada atenta de viejas fotografías- asumir la posibilidad y la necesidad de

6 DIDI-HUBERMAN: Georges: Imágenes pese todo. Memoria visual del Holocausto. Barcelona, España. Paidós, 2004. Pág.59.

7 Algo de esto está sucediendo en el campo de la fotografía documental y fotoperiodística. A partir del “rompeaguas” que ha significado el avance de la fotografía digital; como los medios para manipular fotografías son más accesibles y masivos…toda fotografía es sospechada por el público en general de representar un no-hecho o de haber sido falseada. Sobre este tema han trabajado ampliamente autores como Joan Fontcuberta y Fred Ritchin.

actualizar el conocimiento y re-pensar acerca de nuestra propia realidad respecto del trabajo infantil.

Distinguir más allá de lo inmediatamente evidente, indagar en los silencios, asistir al corrimiento del velo, aceptarlo como una invitación. Admitir que, a veces, las definiciones fracasan y permitir que estalle la imagen como un fogonazo con su fuerza reveladora.

Pero ver no es lo mismo que saber, el conocimiento exige esfuerzo. “Para el que quiere saber especialmente el que quiere saber cómo, el saber no ofrece ni un milagro ni un respiro. Es un saber sin fin: una interminable aproximación al acontecimiento, y no su captura desvelada (…) nos trastorna cada vez que un testimonio es escuchado a través de sus silencios, cada vez que un documento es mirado a través de sus propias lagunas.”8

De estas preguntas y reflexiones surgió la idea de “actualizar” la obra de Hine, recuperando el uso de la toma directa sin manipulaciones digitales, como una forma de ayudarnos a dimensionar las causas y los modos que adopta esta problemática hoy/acá.

Así surge un segundo cuerpo fotográfico: una selección de fotografías propias tomadas en la ciudad de Córdoba durante el año 2007. En este relevamiento se puso especial énfasis en las actividades callejeras desarrolladas en el casco céntrico de la ciudad de Córdoba y barrios cercanos, donde se registraron actividades como mendicidad, venta ambulante, recolección de basura y cartones, limpieza de vidrios de automóviles y chicos que abren las puertas de los taxis en las paradas. Esta selección de actividades responde a dos causas puntuales; por un lado limitar el registro fotográfico al campo de lo posible: las actividades callejeras son las más visibles y asequibles para llevar adelante una documentación y por otro lado porque diversas organizaciones ligadas al tema consideran que los niños que trabajan fuera del ámbito familiar son los más expuestos a situaciones de violencia que vulneran sus derechos.

8 DIDI-HUBERMAN, Georges: Op.Cit. Pág.108

9 Nota de la autora: En este trabajo se ha dejado deliberadamente fuera la problemática de la explotación sexual infantil. No por considerársela un tema menor; sino todo lo contrario: excede las posibilidades y límites de la investigación.

Entonces, nos encontramos con dos instancias puntuales que permiten abordar el tema del trabajo infantil desde el momento en que se tomó conciencia del mismo como un “no- debe-ser” hasta nuestros días.

III.

El proceso de consolidación de los derechos del niño y niñas a lo largo del tiempo,

resulta de un cambio de paradigmas acerca de la idea de infancia y demuestra que no existe una esencia infancia, que el trato hacia los niños, lo que se considera deseable para ellos y lo que se espera de ellos está en relación con las épocas, tradiciones y culturas. Es decir, el concepto “infancia” no existe por sí sólo, sino que está determinado por las relaciones que se desarrollan entre padres, educadores y el estado, entre otros grupos. La infancia tal como la concebimos en la actualidad es una construcción social, que en su proceso de consolidación ha atravesado por diferentes etapas: un primer período al que hemos llamado de Dominación, en el que -básicamente- se consideraba al niño propiedad de sus padres y se encontraba al mismo nivel que cualquier bien de uso. Esta forma de entender y vincularse con la infancia se prolongó hasta el siglo XVII, en el que, en forma paralela a la formación de un nuevo sentimiento de familia, surge la valoración del niño como sujeto diferenciado que requiere cuidados, espacios e instrumentos específicos. Sin embargo hubo que esperar hasta el siglo XIX que la infancia se imponga socialmente como un tema a considerar, dando inicio a una segunda etapa conocida como del Modelo Tutelar, en el que se reconoce al niño como un menor, distinto del adulto y que por ello debe ser objeto de protección. Este modelo dio como resultado las primeras leyes a fines de regular la situación de la infancia a nivel jurídico. En nuestro país este discurso sobre la niñez deriva en la sanción de la Ley de Patronato de Menores, firmada en 1919. La característica fundamental de esta ley es que no se dirige a la totalidad del universo infantil, sino sólo aquellos niños considerados en situación irregular, sobre esta base conceptual la “protección” pretendida asume un carácter de control orientada a la normalización.

Recién en 1989, a partir de la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño, se inaugura una tercera etapa que da paso a un modelo de derechos, en la cual se reconoce al niño como un sujeto pleno, cuya única particularidad es la de estar creciendo:

Por ello se le reconocen todos los derechos que tienen los adultos más derechos específicos por aceptarse esta circunstancia evolutiva. La Convención es el tratado internacional de derechos más ratificado de la historia y el que más adhesiones ha sumado, es sobre todo un contrato a través del cual los países firmantes (Argentina entre ellos) se obligan a respetar los derechos de los niños y niñas.

En relación al tema que nos interesa, encontramos respuesta en el artículo 32 de la CDN, que establece el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que como consecuencia pudiera entorpecer su educación y afectar su salud y su desarrollo en el más amplio sentido del término. Esta nueva concepción acerca de lo que se espera para los niños impulsó una revisión de la relación infancia-trabajo, hasta llegar a la actualidad, en la que un marco jurídico aceptado y ratificado en gran parte del mundo condena el trabajo infantil. En ese proceso las fotografías de Hine jugaron un rol fundamental como denuncia de la existencia del trabajo infantil y como prueba de las consecuencias que éste tenía sobre los niños. Sin embargo y a pesar del marco legal y del consenso alcanzado la explotación laboral infantil es una práctica que aún persiste. Esta situación responde a la combinación de varias causas: culturales, políticas y económicas. Numerosas investigaciones han coincidido en que el deterioro de las condiciones de vida en un país y el aumento de la economía informal y el desempleo de los adultos aceleran los procesos de exclusión y fomentan la existencia del trabajo infantil.

IV.

Acerca del trabajo infantil callejero observamos que se trata de una modalidad laboral que se desarrolla principalmente en las ciudades y que, en Latinoamérica, se reconoce como una problemática a partir de los años 50. En las últimas décadas el aumento progresivo de la población infantil en las calles ha generado numerosos debates al respecto. A grandes rasgos se puede decir que los niños y niñas que buscan su sustento en las calles de una ciudad provienen de familias que no están integradas al sistema formal de producción, cuyos hogares se encuentran bajo la línea de pobreza y que no disponen de los recursos suficientes para garantizarle al niño las condiciones mínimas necesarias para su desarrollo. Las principales

actividades son la venta de pequeños objetos (estampitas, lapiceras, golosinas, entre otros), el limosneo, la apertura de puertas de taxis, limpieza de vidrios, recolección de basura y cartoneo, entre otras actividades. Muchas de ellas son ilegales desde el punto de vista jurídico, pero se legitiman a partir de la práctica cotidiana, al punto de integrarse al conjunto de usos y costumbres aceptadas. Las principales críticas frente a esta modalidad laboral se centran en el alto riesgo que implica para los niños la exposición a la violencia, la marginalidad y el desamparo que implica la estancia de muchas horas diarias en un espacio de tránsito, que no ha ido pensado para albergarlos.

La elaboración de un segundo cuerpo fotográfico, realizado en la ciudad de Córdoba, durante 2007, permite: constatar la existencia del trabajo infantil callejero en la actualidad, establecer coincidencias y continuidades entre el trabajo infantil hace 100 años en Estados Unidos y el trabajo infantil acá y finalmente, mostrar nuevas formas que adopta esta problemática en la actualidad.

Conclusiones:

Las fotografías son un signo de tipo indicial, un signo que no nos permite negar que la cosa/ser haya estado allí. La referencia es el orden fundador de la fotografía. Como dijera Barthes, una fotografía es literalmente una emanación del referente. Esta característica les otorga un gran poder de presentificación: les creemos. Si algo ha sido fotografiado es porque sucedió, independientemente de las operaciones que realice el fotógrafo en el momento de la toma

Por estas particularidades la fotografía se erige como una herramienta altamente movilizante que permite descubrir y describir situaciones sociales combinando aspectos objetivos y subjetivos. Por lo tanto funcionan como textos, susceptibles de ser leídos y analizados.

Desde esta perspectiva las fotografías son consideradas como una pseudopresencia que pueden despertar el deseo y la conciencia. Y tienen la capacidad de conmocionar. Si insistimos en mirarlas, en leerlas, puede cambiar completamente nuestra percepción sobre lo

mirado y convertirse en una invitación a prestar atención, a reflexionar, preguntarnos por las condiciones que la hicieron posible. La fotografía se convierte, entonces, en una apertura al saber.

Pero constatamos también que las imágenes por sí solas no alcanzan a explicar, para entender los sentidos y los sin-sentidos que a veces muestran, como es el caso de, por ejemplo, niños mendigando. Entonces, nos encontramos frente a la necesidad de recorrer otros caminos: La imagen fotográfica puede presentificar, presentar, denunciar. Nunca aclarar y mucho menos solucionar. He aquí una posibilidad y una limitación: posibilita el conocimiento sobre un tema, un lugar, una situación, puede estimular la imaginación e incluso generar indignación. Pero no explicar. No alcanza para resolver.

Respecto del trabajo infantil, tema abordado a través de estos dos corpus fotográficos realizados en distintos tiempos y lugares, constatamos que dentro del ámbito de la ley hay todo un camino hacia el reconocimiento y la formalización jurídica de los derechos del niño, así como una serie de instrumentos legales que posibilitan y dan un marco para la protección de los mismos. Al respecto podemos agregar que el derecho del niño a no trabajar antes de alcanzar una edad mínima adecuada es nodal, no solo por las consecuencias que devienen de una prematura inserción laboral, sino también porque su incumplimiento delata otras violaciones a los derechos del niño: derecho a la protección, al juego y a la educación, entre otros. Ya en 1999 el 96 % de los niños y niñas del mundo vivían en países jurídicamente obligados a proteger sus derechos. Sin embargo ese mismo año Martín Monestier10, autor de Los niños esclavos, escribía que, en el mundo, cerca de trescientos millones de ellos padecían diariamente maltratos físicos, psíquicos, responsabilidades por encima de su edad, entre otros. Estos abusos ponen de manifiesto no solo la violación de los derechos fundamentales de todo ser humano, y con mayor razón los de los niños, sino también la contravención sistemática, de las legislaciones nacionales y las normas definidas por los convenios internacionales.

10 MONESTIER, Martín: Los niños esclavos. El infierno diario de trescientos millones de niños. Madrid, España. Alianza, 1999.

En este contexto podemos afirmar que el testimonio fotográfico de Hine realizado a principios del siglo pasado contribuyó de manera fundamental al cambio conceptual respecto de la infancia, en tanto que el segundo corpus fotográfico, permite testimoniar la situación de la infancia y específicamente el trabajo infantil como una práctica cotidiana, aun cuando ésta está en franca contradicción con el marco jurídico que avala el derecho de los niños y niñas a no trabajar antes de una edad mínima adecuada. La disociación entre teoría, marco legal, derechos acordados, tratados internacionales ratificados y la realidad de muchos de nuestros conciudadanos implica que, como sociedad tenemos un problema. Las fotografías tomadas en Córdoba pueden mostrar, presentar un no-debe-ser. Las fotos pueden gritar “esto está pasando”. No es poco, pero, casi seguro, no alcanza. Sobre todo cuando los más perjudicados son los más desprotegidos y los más impotentes para modificar esta situación.

Es fundamental recordar que el trabajo precario o insuficiente de los adultos es un factor determinante en la ruptura del pacto generacional que sostiene a la infancia, tal como la concebimos en la actualidad. Esta situación genera una deuda con nosotros y con las futuras generaciones. En la medida en que la pobreza y la falta de trabajo empuje a los más chicos a trabajar en condiciones de desprotección, la sola prohibición legal para que no lo hagan no es suficiente. La ley en letras, pero sin un respaldo político sólo genera prácticas dentro de una cultura de urgencia, que no son suficientes para lograr una adecuada inserción social. Por eso es necesario, como sostiene UNICEF, que el Estado, conjuntamente con las organizaciones no gubernamentales y la sociedad en general, asuma su deber de garantizar a los niños condiciones de vida que les permitan desarrollarse y educarse sin necesidad de trabajar y que las políticas públicas se encaminen a eliminar las causas profundas de la niñez desprotegida.

En este contexto las fotografías, entendidas como documentos que son el resultado de rayos de luz emanados por el referente, aunque no sirvan para explicarlo todo, y mucho menos para solucionar o resolver, se constituyen más que nunca en una prueba-huella y en una herida.

Imaginar, suponer, conjeturar, sospechar, inducir, deducir, preguntar, investigar.

Las fotografías, cualquier fotografía es testimonio de un fragmento, una porción de un todo, pero innegablemente eso que muestran ha sucedido. Y muchas veces las imágenes captadas a través de la cámara usada como ventana/denuncia tienen alcances emocionales que ninguna palabra, texto, o datos estadísticos puede lograr. Como dijera Hine: “Si pudiera contarlo con palabras, no me haría falta cagar con una cámara.”11

A partir de ellas cada receptor decidirá qué hacer con estas heridas luminosas.

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¿Cuándo una trabajo fotográfico con intenciones de denuncia es bueno?, se pregunta casi candorosamente Vicky Goldberg, quien escribió un libro sobre Hine y compliló varias de sus mejores fotos.

¿Cuando es bello?

¿Cruento?

¿Desnudo?

¿Armonioso?

¿Cuando el foco, la luz, el encuadre y otros recursos técnicos son perfectos?

…..

No hay una respuesta única.

Para mí es bueno cuando logra cuestionar y con-mover lo más profundo de nuestro sistema de creencias y valores.

11 Lewis W. Hine, citado en SONTAG, Susan: Sobre la fotografía. Barcelona, España. Edhasa. 1981. Pág. 195